miércoles, 17 de junio de 2015

Un paseo en Bici

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Por Christiane Vázquez

Aunque es verdad que nunca se olvida, volver a hacerlo fué una verdadera fiesta de emociones: niños, ancianos, niños y ancianos en bici, todo tipo y edad  de personas paseando, haciendo footing, carritos de bebé con su madre ocupada con el móvil, perros, chicas en patines y ciclistas en todos los sentidos y saliendo por todas partes. ¿Y se supone que venía a desestresarme?

Refunfuñé diciéndome en voz alta que en casa con un libro y un vermouth, sentadita en la terraza, estaría mejor que en el mismísimo paraíso. Y en ese preciso instante todo pareció ir en cámara lenta. El camino comenzó a ir cuesta abajo y la bici a coger tanta velocidad que  al intentar frenar, derrapó para terminar cayéndonos graciosamente, juntas.

Tenía que haberme quedado en casa, claro.

Incluso podría no salir más que lo imprescindible para tirar la basura, tomar el sol y hacer la compra (en ese orden).

Y recordé una frase que en su día, me pareció obvia: “¿qué es la vida? caminar, caerse, levantarse y continuar”.

Así que me levanté, me sacudí todo el barro que pude y monté dolorida en mi magullada bicicleta de alquiler.

No tenía la menor gana de seguir pedaleando, me asustaba caerme de nuevo. Me temblaban las manos y no sentía que estuviese controlando la bici, cosa que me preocupaba pues temía atropellar a alguien. Pero tenía que seguir. Eso, o recorrer los seis kilómetros restantes caminando.

Forzándome a seguir, volví poco a poco a coger el ritmo. Y de nuevo aparecieron las diferentes variedades de deportistas, personas y mascotas por todas partes.

Pero esta vez pensé que esto era la vida. Nunca sabes lo que te espera, a veces ves los baches y las cuestas y las personas, la carretera y los obstáculos, pero la mayoría de las veces no. Y aparte de llevar rodilleras y casco, no puedes más que confiar en tu instinto y tus habilidades y seguir o quedarte parado mirando pasar a los demás. Y decidí que podía comenzar a disfrutar del camino, a pesar de los raspones y la sangre, de la cantidad de peatones, del calor, de no ver que había tras una curva o detrás de los setos.

Respiré profundamente y me centré en el sendero, pero poniendo mi atención en las flores, los árboles, las risas y los pájaros. En las personas. No como intrusos en mi camino, sino como seres con los que compartirlo.

Finalmente mi nueva amiga de dos ruedas me llevó hasta mi destino.

Cansada pero satisfecha, me despedí de ella acariciando la rueda maltrecha, deseándole que le asignaran una ciclista más habilidosa que yo y agradeciendo las reflexiones producto del accidentado paseo, que me sirvió para recordar que ésto es la vida: un conjunto de decisiones que te ayudan a caminar, caerte, levantarte y continuar.

Pensé que, como coach, ése es mi trabajo de todos los días. Acompañar a otros en su camino por la vida.

Porque no importa si te caes. Lo que importa es lo que has aprendido al levantarte.

Christiane Vázquez
Coach
Coaching &Company!


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