martes, 20 de enero de 2015

El coaching ejecutivo fracasa por subestimar la dificultad del cambio

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Por Pablo Tovar

Tendemos a creer que una vez que entendemos algo, un concepto sencillo, será fácil hacer un plan y conseguirlo. De ser así, cualquiera que entendiera que debe  comer de modo saludable y equilibrado lo haría; o cuando comprendiéramos que hacer ejercicio de modo regular es saludable nos pondríamos en muy buena forma. Y todos sabemos en carne propia que eso no es así.

El gran desafío para comer de modo saludable o para estar en forma, al igual que el desafío para convertirnos en excelentes líderes, no está en comprender estas ideas sencillas, conceptos que son de sentido común; el gran desafío está realmente en el cambio de comportamiento, en el desarrollo de nuevos hábitos; ¡se trata de hacerlo, no de entenderlo! Se trata de convertir lo que es ‘sentido común’ en ‘práctica común’.

Por eso con frecuencia los clientes dicen: ‘esto es mucho más difícil de lo que pensé al principio’; ‘cuando empezamos parecía más sencillo de lo que ahora es’. El sesgo optimista lo aplicamos tanto a la percepción del tiempo requerido como a la dificultad que entraña ese reto. Los retos que nos planteamos suelen requerir más tiempo del estimado al principio y también más esfuerzo del previsto.

Un cambio sostenido en la efectividad del liderazgo requiere una gran motivación, determinación, constancia y esfuerzo. He sido testigo de cuán desafiante para un directivo obstinado y muy ocupado es tener la disciplina para dejar de hablar, respirar y escuchar con atención y paciencia mientras otros hablan y expresan puntos de vista con los que en principio disiente. Y sin embargo es imprescindible si quiere llevar su liderazgo a otro nivel.

Nuestro trabajo como coaches incluye sensibilizar a clientes y patrocinadores que cambiar de verdad, modificar hábitos, requiere mucho trabajo y esfuerzo. Y aunque esto lo podemos hacer en cualquier momento, es al inicio del proceso, en los primeros contactos, y sobre todo en la reunión a tres bandas de fijación de objetivos, donde hay que destacarlo especialmente.

Y aquí radica también uno de los problemas de los procesos de coaching demasiado cortos. En estos procesos el coach puede caer en la tentación de decir cosas que motiven al cliente y al patrocinador. Mensajes como ‘esto va a ser fácil’, ‘no va a haber problema en alcanzar el objetivo’. Y esto es casi siempre contraproducente en el largo plazo, cuando el cliente toma conciencia de la dificultad del cambio.

Una responsabilidad del coach es dejar bien claro al cliente y al patrocinador que el coaching requiere un esfuerzo notable, cuando no titánico, por parte del cliente. Esto servirá para prevenir o suavizar posibles decepciones que pueden ocurrir más tarde durante el proceso; y también para cuidar la reputación de nuestra profesión.

A mí siempre me viene a la cabeza la famosa cita de la mítica Debbie Allen en Fama, una de las grandes series de televisión de mi adolescencia, y que escuchábamos siempre al inicio de cada capítulo. Seguro que los nacidos en los sesentas recordaréis perfectamente: ‘Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor’ (lo siento, solo lo he encontrado en inglés en youtube).  Así es también un proceso de coaching ejecutivo.

Sé feliz, P.

Pablo Tovar
Coaching Ejecutivo
http://www.pablotovar.com


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