Por Pablo Tovar
Aunque creo que esta sigue siendo una perspectiva válida, mi experiencia me ha ayudado a adquirir otras tan válidas como esta. Una de ellas es que la duración de la relación de coaching con ciertos clientes, con aquellos que desempeñan la responsabilidad más alta en una organización (director general, presidente o consejero delegado), puede ser mucho más larga. En estos casos, personas en la cúspide de la organización, no solo mejoran sus competencias como líderes como resultado del proceso de coaching, sino que también valoran u obtienen otros beneficios que justifican que esta relación se extienda, a veces durante varios años.
Estas personas pueden encontrar en la relación con su coach un espacio donde pueden reflexionar, pensar con más claridad, donde obtener valiosos insights sobre sí mismo y sobre otros, pueden explorar diversas alternativas creativas sin consecuencias no deseadas, y puede permitirse abordar abiertamente y con discreción asuntos de gran complejidad y múltiples sutilezas que pueden tener impactos muy relevantes. El coach se convierte en un confidente valioso y confiable con el que explorar estrategias, decisiones, ideas, pensamientos o reacciones de manera segura y constructiva.
En definitiva pueden abordar cuestiones que por el mero hecho de abrirlas a otros crearían fricción entre partes interesadas, que podrían condicionar su objetividad en la toma de decisión o generarían en muchas personas niveles de estrés o incertidumbre no recomendables ni deseables. Todos necesitamos poder hablar de nuestros desafíos, de nuestras frustraciones con otros, pero un director general, presidente o consejero delegado no se puede permitir hacerlo con sus colaboradores directos. Si lo hace sin duda creará tensiones entre su equipo que además afectarán negativamente a los resultados.
En estos casos el coach se convierte en un interlocutor útil para esos clientes, de privilegio, porque tiene experiencia en situaciones similares en contextos comparables, cuenta con suficiente información sobre el contexto y los actores implicados, suele contar un gran conocimiento del propio cliente y sus circunstancias y tiene el suficiente desapego o independencia para mantener un gran nivel de objetividad. Adicionalmente al involucrarlo en estas situaciones el cliente tiene la seguridad de que no corre ningún riesgo porque tiene la garantía de la confidencialidad.
De este modo se consiguen mejores decisiones, reducir el número de errores relevantes, mejorar el nivel de estrés de esos directivos y de la organización, fidelizar y desarrollar el talento clave, y en definitiva conseguir mejores resultados.
Son muchos los altos directivos que se dan cuenta al ser promocionados a la primera responsabilidad en una organización de que su nivel de comunicación con los demás se resiente. Ya no hay tanta apertura como antes, y aunque son muchos los que quiere hablar con él, estar en contacto o cerca de él, también son pocos los que confrontan sus ideas, cuestionan sus perspectivas, pueden opinar con objetividad o se atreven a ofrecen planteamientos alternativos… En definitiva, descubren como nunca antes lo que significa la soledad del directivo.
Un profesional del coaching que cuente con competencia y experiencia en lo que significa ejercer la alta dirección puede aportar un extraordinario valor añadido en una relación sostenida durante varios años.
Sé feliz, P.
Pablo Tova
Coaching Ejecutivo
http://www.pablotovar.com
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