Por Gabriela Soberanis Madrid
Las personas tenemos un deseo innato de compartir, de confiar en alguien nuestros problemas y fracasos, de hacer partícipe a otros de nuestras alegrías y triunfos. En pocas palabras, de ser escuchados y comprendidos. No importa si soy reservado o extrovertido. Esta es una necesidad natural en cualquier ser humano.
La empatía es el puente que permite establecer una verdadera conexión con otros; es la habilidad que un individuo desarrolla para identificar, comprender y validar los sentimientos de los demás. Es sin duda, el elemento clave para sostener relaciones sanas y duraderas. No significa imaginar cómo me sentiría yo en el lugar del otro sino en desarrollar la capacidad de responder a la interrogante ¿Cómo se siente ser la otra persona en sus propias circunstacias?
Descubrir lo que se siente estar en el lugar de otra persona no significa estar de acuerdo con el otro, tampoco implica dejar de lado mis propias convicciones y asumir los de la otra persona, tampoco significa que comprendo a la perfección el funcionamiento interno de quien es objeto de mi empatía. Es más una cuestión de disposición. Es decir, de estar dispuestos a legitimar las motivaciones de la otra persona y sensibilizarme ante sus necesidades y deseos. La disposición a no juzgar y sencillamente conocer y descubrir. Es así como se va haciendo presente la empatía y la manera como damos pie a la calidez emocional y a un genuino deseo de comprender lo que subyace a las palabras y sentimientos expresos de las personas.
Cuando somos ajenos a las necesidades, sentimientos y vidas de quienes nos rodean nos perdemos de la oportunidad de mirar más allá de nosotros. Si no podemos mirar más allá de lo que ocurre con nosotros mismos ¿qué posibilidades tenemos de enriquecernos? Por tanto, ¿qué posibilidades tenemos de crecer? El progreso personal de cualquier individuo depende en gran medida de su capacidad de ver lo que ocurre no sólo en su mundo, sino en el mundo de sus semejantes. En otras palabras, no podemos progresar sino enriquecemos nuestro mundo interior con el mundo interior de quienes nos rodean. La importancia de la empatía no sólo radica en que nos permite tener mejores relaciones con otros, sino en que nos permite crecer como personas.
Pero seamos realistas. La empatía no es un regalo que nos cae del cielo para facilitarnos la vida con nuestros semejantes. Si así fuera, las personas no se cuestionarían por qué sus relaciones no funcionan de forma satisfactoria. Lo cierto es que la empatía requiere práctica. Gandhi dijo una vez: “las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista.”
Si queremos progresar en nuestras relaciones con los demás, tenemos que empezar por considerar ese resultado como un trabajo personal. La empatía implica un trabajo constante con nosotros mismos para reajustar nuestros pensamientos y nuestras actitudes dando prioridad al deseo sincero de comprender lo que ocurre con nuestros semejantes. Cuando soy capaz de comprender los motivos que conducen al otro a pensar y actuar como lo hace, cuando comprendo las actitudes que se desprenden de los sentimientos y creencias que forman parte de un individuo – sean propias o de otros -, mi capacidad de empatizar va en progreso.
Cuando nos salimos de nosotros para dar cabida a los demás, se nos presenta la inmejorable oportunidad de procurar el bienestar de otras personas, además de la propia. Generamos un sentimiento de genuina participación afectiva de uno mismo en la realidad que afecta a otras personas. Esto nos lleva a la conclusión de que la empatía es un acto de generosidad. Ese acto de generosidad es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos y a los demas. Purifica nuestras intenciones y nuestros intereses y nos permite vernos y ver a otros sin emitir juicios. Nos permite ser una mejor versión de nosotros mismos.
Por Gabriela Soberanis Madri
Dirección General Enfoque Integral Consultoría, Capacitación y Coaching para el éxito.
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