viernes, 22 de mayo de 2015

¿El rechazo social afecta el dolor físico?

Jose-Luis-Menendez

Por Jose L. Menéndez

Una nueva investigación de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha puesto en tela de juicio este antiguo adagio: la Dra. Naomi Eisenberger ha descubierto que el rechazo social y el dolor físico están intrínsecamente vinculados en el cerebro; tanto es así que la ausencia del primero puede tener un impacto en el segundo.

En un experimento publicado en la edición de 2006 de la revista Pain, Eisenberger utilizó a 75 sujetos para explorar la percepción del dolor físico en el contexto de las situaciones sociales.

En primer lugar, los investigadores identificaron el umbral de dolor único de cada persona. Para hacer esto, les aplicaron diferentes niveles de calor en el antebrazo. Los participantes calificaron estos niveles de dolor hasta llegar a un nivel de “muy molesto”. Así, los investigadores tuvieron un valor basal del umbral de dolor de cada participante bajo condiciones normales.

Luego, los participantes participaron en un juego de lanzamiento de pelota con tres personajes en la pantalla de una computadora. Uno de los personajes representaba al participante y los investigadores les dijeron a los participantes que los otros dos personajes eran interpretados por personas reales, aunque, en realidad, la computadora controlaba todo. Durante el juego, al participante se le incluyó socialmente (es decir, se le lanzó la pelota a su personaje), o bien, se le excluyó socialmente (es decir, nunca se le lanzó la pelota a su personaje). En los últimos 30 segundos del juego, se les aplicó un nuevo estímulo de calor y los sujetos volvieron a calificar el nivel de dolor que sintieron.

Como era de esperarse, el grupo al que se le excluyó socialmente presentó un nivel de angustia social 67% mayor en promedio. Pero lo que fue sorprendente es que las mismas  personas que reportaron una gran angustia social por el juego, también reportaron calificaciones de dolor más elevadas al final del juego, lo cual muestra que hay una relación entre el dolor social y el dolor físico.

Si trasladamos este estudio al mundo empresarial, ¿Cuántas personas se sentirán en dolor por sentirse aisladas en el trabajo? Y por lo tanto, ¿cómo debe ser su vida con ese aislamiento y su rendimiento?

Desde niños, algunos se sienten así en la escuela, especialmente cuando sufren el “bulling”, y si esa cultura se traslada al trabajo, que se da más de lo que la gente piensa, imagínese entonces el dolor, literalmente, por el que pasan algunos trabajadores, y consecuentemente la baja producción de la empresa por permitir esto, a veces mirando para otro lado.

Muchos estudios de resonancia magnética funcional han confirmado que el dolor, tanto emocional como físico, activa la corteza cingulada dorsal anterior del cerebro. Otros estudios también señalan que las personas que sufren padecimientos físicos, como dolor crónico, son más propensas a tener ansiedad emocional y a sentir el rechazo social más profundamente.

En un estudio reciente publicado en 2013 en el Journal of Neuroscience, los investigadores exploraron un método para mejorar el control emocional a través de la adaptación de una tarea de memoria de trabajo bien estudiada que se conoce como “n-back”. En la tarea estándar de “n-back”, las personas deben recordar diferentes estímulos visuales o auditivos de 1, 2, 3 o más pruebas anteriores; en este caso, se les mostraron imágenes de diferentes expresiones faciales y palabras con una gran carga emocional, tales como muerte y maldad. De un total de 34 participantes, aquellos que pasaron 20 días usando esta tarea de memoria de trabajo basada en la emoción, controlaron su angustia de manera más eficaz cuando posteriormente se les expuso a películas sobre eventos traumáticos.

Estos dos estudios solo son preliminares; el futuro de la comprensión y la mejora del control emocional aún está lleno de preguntas que todavía no tienen respuesta. Pero a medida que los investigadores exploran el complejo funcionamiento de la mente humana, cada vez hay más evidencia que indica que ciertas funciones aparentemente no relacionadas, en realidad podrían estar compartiendo procesos cerebrales subyacentes. Estos fascinantes hallazgos sobre la base neuropsicológica de la angustia emocional apenas son la punta del iceberg de lo que podemos aprender sobre el impacto del control emocional en nuestra vida cotidiana.

Así pues concluimos que las palabras realmente pueden lastimar tanto, que el dolor que causan emocionalmente podría llegar a superar un dolor de huesos rotos, y muchas veces incluso tardar años en recuperarse de dicho dolor, versus las semanas o meses que uno puede tardar en recuperarse de una rotura de huesos.

Aprendamos por lo tanto a comunicarnos y hagamos entre todos que la gente se sienta incluida, y no excluida.

Jose L. Menéndez
Neuro Quotient Practitioner y
Estudioso de la neurociencia aplicada al liderazgo y coaching.


View the original article here

No hay comentarios:

Publicar un comentario