viernes, 12 de diciembre de 2014

Diez claves para dedicar tiempo a tus hijos sin remordiminetos

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Por Begoña Poza

(PRIMERA PARTE)

Hoy en día, los trabajos en la mayor parte de empresas privadas o los profesionales autónomos, requieren una exigencia horaria muy elevada, al menos, para las personas que desean poder tener un poder adquisitivo que les permita poder darles a sus hijos el mayor número de cosas posibles, y que disfruten de aquello que ellos no pudieron y sí ansiaron.

También hay familias que trabajan muchas horas para poder llegar a fin de mes sin que les falte lo imprescindible, y más en el momento actual.

Por otra parte, existen también los papás y las mamás que, aún teniendo un poder adquisitivo que les permite vivir de forma holgada y darse caprichos, desean mejorar cada día más, e ir prosperando.

Por último encontramos a quienes aprendieron hace mucho tiempo que el trabajo era una prioridad, que había que echar horas, aunque no las pagase la empresa, porque de lo contrario podían perder su empleo, o que, sencillamente, tienen el hábito de no llegar a casa antes de una hora determinada. Esto de da más entre los papás, sobre todo, los que ocupan puestos de cierta responsabilidad.

Además, salir de trabajar en muchos casos no implica ir directos a casa, pues muchas veces hay alguna cosa que resolver o comprar o que hacer que retrasa la llegada a casa, momento en que los pequeños y no tan pequeños esperan con entusiasmo o con exigencias, o en sus habitaciones en su mundo, pero lo esperan y lo desean, aunque no siempre lo demuestren.

Ahora llegan los deberes aún pendientes, el repaso de temas preguntándoles la lección, los baños, cenas, preparativos para el día siguiente y la cama. Es muy difícil por no decir imposible que no se les escape alguna vez aquello de “es que te veo muy poco, y quiero pasar más tiempo contigo”, o “claro, tú llegas te pones a hacer un montón de cosas y ni hablas con nosotros, y si encima no te obedecemos a la primera, te enfadas”, o “conmigo no pagues tus problemas en el trabajo”, o “¿por qué tienes que trabajar tanto? Yo quiero jugar contigo.” Son sólo algunos ejemplos.

Y aquí es donde aparecen también respuestas del tipo: “yo también quiero pasar más tiempo contigo, pero tengo que trabajar y ganar dinero para que tú puedas hacer o comprarte las cosas que te gustan, y salir a comer por ahí, irnos de vacaciones”, o “a mí también me duele mucho no verte más, pero es que si no, no llegamos a fin de mes”, o “¿y quién va a hacer las cosas si no las hago yo? ¿Qué crees que me apetece llegar cansad@ de trabajar todo el día con agobios, y ponerme a hacer todo esto? A mí también me gustaría sentarme en el sofá y estar contigo, pero no se trata de lo que me gusta, sino de lo que hay que hacer”, o muchas otras que varían según los días, el estado de ánimo y los modales o exigencias con que nos lo digan.

Una vez que se acuestan y por fin nos sentamos a cenar, muchas veces damos vueltas a lo que nos dicen los niños, y de alguna manera les damos la razón y nos culpabilizamos, tomando la medicina milagrosa que nos permite seguir así de “lo estoy haciendo por ellos y, aunque ahora no lo vean, algún día lo entenderán”……o no.

Con el paso de los años, cuando un hijo ya adulto comenta a sus padres que casi nunca le leyeron un cuento, o que pocas veces bajaron al parque de lunes a viernes con ellos, o que hubiera deseado tener menos cosas quizá, pero haber pasado más tiempo juntos, ese padre o esa madre siente que se equivocó, que no supo elegir y no era el qué sino el cómo.

Todas las situaciones, absolutamente todas son válidas y legítimas. Están fuera de todo juicio por mi parte, no me corresponde, y no soy quién ni estoy capacitada para ello. Sí sé una cosa: los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos y lo hacen lo mejor que saben o pueden desde el amor.

La cuestión es que la realidad es la que es, el mundo laboral sigue sin contemplar en la mayoría de los casos la conciliación de la vida familiar y laboral, y los niños cada vez piden más cosas y más caras, y ya que no podemos pasar más tiempo con ellos, pues intentamos compensarles de alguna manera.

Entonces, ¿qué podemos hacer para conciliar nosotros ambas facetas sin desatender ninguna? No es tarea fácil, pero tampoco imposible.

En el post de la próxima semana te daré diez claves para empezar a trabajar en esta conciliación, y ver resultados inmediatos. Ya te anticipo que no es cuestión de cantidad sino de calidad y de libertad de elección siendo consecuente con tus decisiones. ¡No te pierdas el siguiente post!

¡Hasta la próxima semana! ¡Vive y disfruta!

Begoña Poza Navarro.
Coach Familiar y Educativo
Pedagoga Sistémica


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