viernes, 19 de diciembre de 2014

La felicidad no se marcha

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Por Gabriela Soberanis Madrid 

“Un montón de gente se pierde parte de su propia felicidad, no porque nunca la encontraron, sino porque no se detuvieron a disfrutar de ella”. — William Feather

Vivimos en un mundo donde se reflejan claras insatisfacciones tanto a nivel individual como colectivo. Pareciera que la mayoría de la gente se encuentra insatisfecha de una forma u otra. Siempre hay algo que les hace falta: un auto mejor, un mejor gobierno, una casa más grande, hijos más inteligentes, un cuerpo más estético y así, la lista sigue y sigue. El punto es que vivimos una constante sensación de insuficiencia y una ansiedad por tener o perder lo que creemos nos da la felicidad y justamente esto, nos impide alcanzarla. Concentramos la mayor parte de nuestra atención en lo que no tenemos, descuidando así nuestro derecho a ser felices ahora, con lo que sí tenemos.

Seamos honestos, casi todos en algún punto de nuestras vidas hemos creído que ser felices tiene que ver con obtener aquello que nos hace falta: una determinada circunstancia, persona o cosa. En estricto sentido, eso significa que la felicidad la asociamos con tenerlo todo, lo que ya tenemos y lo que nos hace falta. Pensamos que de materializarse aquello que tanto deseamos, por fin estaremos completos y listos para la felicidad. Postergamos la alegría de vivir vinculándola con la idea de una vida perfecta o con la ilusión de tenerlo todo. Pero la experiencia misma se encarga de mostrarnos a cada instante que condicionar nuestra felicidad a tener absolutamente todo lo que anhelamos, solo logra alejarla más.

Haz una pausa y mira en retrospectiva, ¿has obtenido de la vida todo lo que has querido? Si es así, ¿llegó a ti exactamente en la forma y en el tiempo que tu esperabas? Para la mayoría de las personas la respuesta a ambas preguntas es no. La vida no siempre resulta como la planeamos. A veces se manifiesta mejor de lo que esperábamos, pero otras veces simplemente resulta muy distinta a como teníamos en mente. Cuando las cosas no salen como queremos, habitualmente nos sentimos tristes, decepcionados o frustrados, lo que difícilmente nos impide sentir gozo o felicidad. Considerando esto último, las preguntas son ¿la felicidad es constante? ¿podemos ser felices todo el tiempo? Yo creo que no. No es posible que las personas seamos felices todo el tiempo. Pero lo que si es posible, es estar comprometidos todo el tiempo con la felicidad.

Para las personas comprometidas con su felicidad, ser feliz es una experiencia en espiral. En ocasiones parece que vamos cuesta arriba para alcanzarla y otras veces sentimos que vamos de bajada, perdiéndola. Para estas personas, este proceso en espiral y estas subidas y bajadas tienen sentido porque no esperan sentirse felices todo el tiempo. Admiten que los malos ratos son necesarios para apreciar las cosas buenas, de modo que están atentas al presente y han aprendido a abrir muy bien los ojos y el corazón para poder distinguir la felicidad. Saben que es una tarea de todos los días descubrirla, descifrarla y apreciarla; que no ocurre siempre ni a cada rato, va y viene al compás de las experiencias que nos tocan vivir y en función de la actitud con la que hacemos frente a nuestras circunstancias. Estas personas tienen una manera muy particular de ver la vida. Su concepto de felicidad es simple, es flexible y se adapta a su realidad. Sin duda tienen sueños como todos los demas y los persiguen, pero sus expectativas se basan más en ocuparse del proceso que en el resultado del mismo. Han aprendido a dejar que la vida los sorprenda. Depositan confianza en los desenlaces que les deparan sus experiencias, hacen las paces con lo que resulta para volver al punto donde concluyen que todo está bien en el ahora. Creen con todas sus fuerzas que el momento presente está completo, que no le falta nada. De ahí que aceptan la vida tal y como es y en la forma exacta como se desenvuelve. Así, una persona que se compromete con su felicidad vive un día a la vez con el pleno reconocimiento de que, el día de hoy, es lo único con lo que realmente cuenta.

Haz una pausa y mira. Observa con detenimiento. ¿Qué necesitas para ser feliz? Si no tuvieras la oportunidad de continuar en esta travesía mañana, si este fuera el único día con el que contaras ¿qué harías para sentirte pleno y dichoso? Piénsalo. Es importante. Ya no tendrías tiempo de hacer ese largo viaje que has añorado, las grandes hazañas que alguna vez soñaste emprender se habrían frustrado para siempre, cambiarte de casa o comprarte un auto nuevo pasarían a ser deseos triviales. De modo que te verías forzado a mirar lo que tienes y a ser feliz con ello – al menos por un día más -. ¿Cuáles serían esas cosas? Date cuenta, con un día más tendrías la oportunidad de ver un amanecer, de ver a tu hijo reír, de llamar a un amigo y conversar, de tomar un café o salir a cenar, de besar, de abrazar, de amar y reír. Aún podrías disfrutar un baño de agua caliente, tu película favorita, salir a correr, mirar el cielo o ver el atardecer. Tal vez ya no tendrías tiempo para nada más, pero si miras de cerca ¿no será que estas cosas simples también son parte de la felicidad? Quiero creer que si, porque al menos tenemos acceso a ellas con más frecuencia. En cambio, los grandes acontecimientos, los momentos extraordinarios e inolvidables llegan de cuando en cuando. No sería justo que la vida nos permitiera ser felices ocasionalmente. Y aunque no siempre seamos felices, viendo la vida así, siempre tenemos oportunidad de serlo.

La felicidad siempre está ahí y se puede hallar en cualquier momento. Cada evento, cada circunstancia, cada experiencia y cada día puede ser una oportunidad para ser feliz. De muchas formas la vida es benévola pero a veces pasamos por alto este hecho porque no hemos aprendido a fluir al ritmo de ella. Nos dejamos guiar por nuestros caprichos, por nuestras insistencias sin sentido, por nuestra resistencia a replantearnos la felicidad y a comprender que puede estar más cerca de nosotros de lo que creemos.

Como tu, yo he vivido mi cuota de altibajos, mi porción de desdichas y muchas cosas no han resultado como yo esperaba, pero no pasa un solo día sin que yo deje de instar a mi corazón a creer que la felicidad nunca se marcha, que está presente todo el tiempo… lo que ocurre es que a veces está frente a nosotros y sencillamente no la podemos ver.

Gabriela Sobernis Madrid
*Dirección General Enfoque Integral  Consultoría, Capacitación y Coaching para el éxito


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