viernes, 19 de diciembre de 2014

Sócrates no era coach

Sócrates no era coach
Busto de Sócrates.
Foto de David Jones bajo Licencia Creative Commons.

Por José Sánchez-Mota Prieto

Otros, ya sean autores consagrados o meros escribidores como yo mismo, hemos usado a veces a Sócrates como ejemplo y la mayéutica como modelo. De hecho, en mi caso ha sido hace bien poco en mi “Elogio parcial de la ignorancia“.

¿Y cómo, os preguntaréis, con estos antecedentes viene ahora este hombre, poseído por un afán iconoclasta, a disputar a Sócrates nada menos que su legítima paternidad histórica sobre el coaching?

Pues porque Sócrates no era coach y si hoy lo fuera, no sería un buen coach.

Voy a explicarlo a través de una cita de Arte y Ciencia del Coaching, de Leonardo Ravier, un autor por el que siento un profundo respeto:

“En teoría se ha pretendido enseñar que el coaching puede reducirse al arte de la mayéutica practicada y enseñada por Sócrates. La teoría del “arte de la partera”, tal como Sócrates la denominaba, pareciera coincidir con la filosofía del coaching. Sin embargo, cuando lees los diálogos socráticos (en cualquiera de sus periodos) podrás percibir que resulta muy difícil relacionarlo con la práctica del coaching.Sócrates dirige sus diálogos, y muchas veces los guía un preconcepto establecido en su mente… Pareciera saber dónde terminarán sus diálogos. En definitiva, querer demostrar algo en todos sus diálogos y esto implica una “idea preconcebida” en su pensamiento”. (Los subrayados son míos)

Por eso, aunque me gusta hablar de “arte de la mayéutica”, es decir, su técnica de preguntas que cuestionan “lo sabido” y abren nuevas perspectivas desde el “no saber”, no puedo olvidar que la mayéutica en su conjunto incluye una filosofía que excede nuestra posición como coaches. Particularmente porque denota significados más amplios que los nuestros, en concreto, la presuposición de una verdad única y preexistente al sujeto y que el sujeto “reconoce” cuando la “encuentra” con la ayuda de el/la mayéutico/a. Esta verdad tendría origen divino para Sócrates, mientras que Platón influenciado por Pitágoras la atribuye a los conocimientos acumulados por el alma a lo largo de las sucesivas existencias previas durante el proceso de la metempsicosis.
Estas creencias, a día de hoy, parecen difícilmente asumibles para todos los coaches y, más aún, para nuestros clientes.

Algo parecido a esta “contaminación creencial” puede ocurrir con determinadas formas de entender el coaching fundadas sobre ciertas premisas filosóficas acerca de cómo el sujeto construye su realidad y de las relaciones entre tal construcción y el lenguaje. Un planteamiento acerca del coaching que recuerda, en cierto modo, al de Lacan en relación con el Psicoanálisis.

En otras ocasiones se parte de un modelo terapéutico, o de una determinada cosmovisión, o de un determinado conjunto de creencias y se construye un “modelo de coaching” al que se le pone un apellido que denota su origen.

Mal asunto, en general y salvo excepciones, éste del “coaching con apellidos”.

En todos los casos citados podemos ver un vector similar: se parte de un preconcepto, filosófico o no, y a partir de él se construye no sólo una práctica general, sino cada sesión de coaching.

El riesgo es que el cliente, como hacía Procusto con sus huéspedes, sea metido en el modelo de coaching que ya habita en la mente del coach antes de conocerle, y en el que el cliente termina siendo “entrenado”. No es raro ver ocasiones en las que el cliente termina aprendiendo y adoptando la jerga propia del “modelo de coaching” al que ha sido “adaptado”.

No me parecen buenos los modelos de coaching que pretenden acomodar la realidad del cliente a la propia visión del mundo.

Para mi forma de entender el coaching, es fundamental que el coach no crea que sabe lo que le conviene al cliente ni tenga un mapa de ruta preconcebido.

En mi opinión, un coach no debe nunca olvidarse de “no saber”.

Y a ti, ¿Qué te parece?


View the original article here

No hay comentarios:

Publicar un comentario