Por Silvia Aceitero Retenaga
Si estás preparando bechamel y no consigues que esas pelotitas de harina se conviertan en una cremosa salsa sin grumos…¿te enfadas y hasta rompes algo o te lo tomas con mucha filosofía y lo intentas una y otra vez hasta que sale?.
Es interesante que analices aquí es cómo respondes a situaciones que no ocurren tal y como tú quieres. Te hablo de la bechamel como te puedo hablar de tu coche que un día no arranca, el metro que tarda 30 minutos si tienes una reunión importante, una carta que tienes que escribir y no hay manera, o si tienes que ir a una fiesta que es más bien un compromiso y en el fondo te apetece como que te cuelguen de un pino.
Aplicado a la maternidad:
Estás en casa y quieres que tu hijo se ponga las zapatillas solo y él de repente empieza a gritar y patalear al tono de “no puedooooooo” y tú le repites una y otra vez que claro que puede, que ya lo ha hecho antes y que es muy fácil, como si a ti eso te hubiera consolado escucharlo de tu madre cuando tienes que tirar los restos de la sartén a la basura…
¿Sabrías describir lo que te sucede a ti? ¿Sabías describir lo que le sucede a tu niño?
Piensa entonces cómo te gustaría que te ayudaran a ti en esas situaciones. ¿Te gustaría que alguien te dijese que venga, que lo hagas, y que lo hagas ya, como si fuera el típico jefe al que le tirarías el café hirviendo en la camisa? O te gustaría que alguien te entendiera, te ayudara a ver dónde está el problema y te apoyara en encontrar una solución…
Ahora traslada esto a tu hijo. La mayoría de las veces lo que les pasa a los pequeños es que no han aprendido todavía a tolerar la frustración, con el agravante además de que no tienen mucho concepto del tiempo. Lo que nos pasa a los mayores, es que tampoco lo aprendimos muy bien en su día…
Si cuando no tienes lo que deseas en un momento determinado, sientes malestar, ¿cómo no lo va a sentir alguien al que llevas décadas de ventaja en la vida?
La baja tolerancia a la frustración suele hacer que te desmotives y abandones para dejar de sentir esa incomodidad (por eso yo siempre esperaba a que mi madre hiciera las croquetas), pero si trabajas en aprender a ser más tolerante tú, podrás ayudar mejor a tu hijo y claramente saldréis ganando los dos.
Ahora al grano. ¿Cómo hago esto?
Relativiza. ¿Se acaba el mundo si no consigues eso que quieres? Seguramente, no. Siempre hay algo que se puede hacer al respecto. Aplícatelo tú y te saldrá de forma natural con el resto.Piensa en lo que te pierdes. Cuando abandonas porque no puedes conseguir lo que quieres, ¿a qué estás renunciando? ¿qué has dejado de aprender o hacer por quitarte ese malestar inmediato de un plumazo?. Reflexiona sobre ello y ayuda a tus hijos a reflexionar también.Cambia el enfoque. Cuando consigas eso que ahora no puedes, te pondrás más contenta que unas castañuelas, ¿te lo quieres perder?.Acepta que exista. La vida no va a ser siempre de color de rosa pero la frustración tampoco es eterna. Hay momentos y momentos y se puede aprender de ellos. Dale la bienvenida pero que no se ponga cómoda.Revisa tus creencias. Puede que pienses que si no consigues algo aquí y ahora sea un desastre sin remedio, pero es más que probable que eso sea una interpretación tuya y no la realidad. Escúchate y cambia la canción.Paciencia. No te costará ni una ni dos veces, ni siempre reaccionarás igual, pero es cuestión de ir educándote poco a poco en esos mejores hábitos cuando identificas esa emoción.Una vez que seas capaz de comprenderte a ti y de poner en práctica todo esto, te costará mucho menos el ponerte en los zapatos de tu hijo y serás capaz de ayudarle a desarrollar esa tolerancia a la frustración tan necesaria para enfrentarnos a lo que nos va deparando la vida. Y verás que cada vez cuesta más que algo te haga perder los nervios.
Silvia Aceitero Retenaga
Coach para embarazadas y madres
www.exploracoaching.com
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