Por Aurelio Cortés.
Hace tiempo me contaron una historia….
Llegaba un joven a un pueblo y en la entrada vio a un anciano sentado junto a un pozo y le preguntó: “Perdone señor, yo nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son los habitantes de este pueblo?”. El anciano le respondió con otra pregunta: “¿Cómo son los habitantes de donde tú vienes?“. “Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haber dejado mi pueblo”, respondió el viajero. ”Pues así son también los habitantes de este pueblo“, dijo el anciano.
Un poco después, otro viajero se acercó al anciano y le hizo una pregunta: “Señor, es la primera vez que estoy aquí, ¿cómo son los habitantes de este pueblo?“. El anciano le respondió con otra pregunta: “¿cómo son los habitantes de donde tú vienes?“. “Son buenos generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Por eso me ha costado tanto dejarles”, respondió el joven. “También son así los habitantes de este pueblo” respondió el anciano.
Un pastor que estaba dando de beber a su rebaño de ovejas, contempló la escena y extrañado se dirigió al anciano, diciéndole: “¿Cómo puedes dar dos respuestas distintas a la misma pregunta hecha por dos personas diferentes?“.
- Mira, venerable pastor -respondió- cada uno lleva el universo en su corazón. Quién no ha encontrado nada bueno es su pasado, tampoco lo encontrará aquí, pero aquel que tenía amigos en su pueblo encontrará aquí también amigos leales y fieles. Las personas “son” lo que encuentran “dentro de sí mismas” y encuentran siempre lo que desean encontrar.
La enseñanza del anciano parece decirnos en la primera parte de su reflexión, que el pasado condiciona nuestras opiniones, nuestros comportamientos y a la vez el pasado es inamovible, inmodificable…
Me surge la pregunta: ¿es cierto lo que “aparentemente” parece decirnos el anciano? Realmente el pasado no se puede cambiar… ¿estamos seguros….?
Yo creo que el pasado si es modificable, no es fácil pero se puede. El camino para hacerlo es cambiando nuestras interpretaciones de lo sucedido, cambiando esas conversaciones improductivas con nosotros mismos que nos anclan al pasado, que no hacen esclavos de lo que sucedió, que nos hacen girar centrípetamente siempre entorno a lo mismo: ¿por qué a mi?, ¿qué mala suerte?, nada puedo hacer, me resigno, el destino, ¡qué pena me doy!… sin posibilidad alguna de escapar.
La trampa está en el hecho que la memoria almacena, junto a lo acontecido (lo objetivo), también nuestras interpretaciones y valoraciones junto a sus consecuentes emociones (nuestra subjetividad) y son éstas, “nuestras formas de ver” lo sucedido, lo que actúa como lastre para la modificación del pasado.
El primer paso a dar es el que va desde “la esclavitud de lo subjetivo“, a “la aceptación de lo objetivo”, abandonar nuestra zona de confort en la que nos mantiene ese victimismo que nos aferra a la inacción y expandirnos con responsabilidad hacia el cambio. Nuestro pasado es moldeable, si no lo parece a simple vista, es debido a que lo valoramos desde la misma perspectiva de siempre, bajo los mismo principios de observación, ¡atrevámonos a cambiar nuestro punto de observación!. Abandonemos esa “falsa apariencia sólida de identidad”, es una trampa… (otra más).
El pasado no es una foto estática, es como una película que podemos, recortar, empalmar, mejorar, retocar, reinterpretar, etc… a nuestro antojo, como en aquellas películas de Hollywood en las que la idea original del realizador o guionista se ha visto modificada para ofrecer “una versión más comercial”.
Posteriormente y en el caso de los directores más afamados y con mayor poder económico se permiten realizar una nueva versión “la versión del director”, aquella que hubiesen realizado si nos hubiese habido que ganar dinero con ella, “la menos comercial”, la otra versión, la que les hubiese gustado hacer.
Nosotros somos los directores, de nuestra vida, si la versión vivida del pasado no nos gusta, cambiémosla, hagamos nuestro “remake”, nuestra nueva “versión del director”. Sí, si se puede, te lo aseguro, yo lo estoy haciendo desde hace algún tiempo.
¿Cómo vamos a aspirar a ciertos ideales a “nuestra visión” si no levamos el ancla que nos mantiene aferrados al fondo de “nuestra versión”, la que nos hemos creado, la que nos era cómoda, a pesar de hacernos sufrir. Si tomamos las fuerzas necesarias, con fe en lo que queremos hacer, nuestra responsabilidad y compromiso que nos guían en la navegación, contando con un buen patrón, nuestra decisión, lograremos llegar al destino.
El anciano, parecía “aparentemente” estar equivocado, pero no, no lo estaba, las personas sabias, como él, a veces parece que dudan, parece que no coordinan en algunas ocasiones, pero solo es una falsa sensación,… lo hacen conscientemente, sus aparentes dudas, sus silencios son intencionados, son grandes conversadores del silencio, lo hacen para provocar en nosotros la reflexión. El anciano dijo al final de la historia: Las personas “son” lo que encuentran “dentro de sí mismas” y encuentran siempre lo que desean encontrar.
¿Tiene o no tiene razón el anciano? ¿ tú que opinas…..?
“La vida no es ningún pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos,sino, un laberinto de pasadizos, en el que tenemos que buscar nuestro camino,
perdidos y confusos, detenidos, de vez en cuando, por un callejón sin salida.”
“Pero si tenemos fe, siempre se abre una puerta ante nosotros;
Quizá, no sea la que imaginamos,
pero sí será, finalmente la que demuestre ser buena para nosotros”Archibal Joseph Cronin
Bibliografía:
Metodología del Curso Superior de Coaching Ejecutivo- Metodología CORAOPS® (Nivel I y II)Imaginaciones y Reflexiones propiasAurelio Cortés.
Coach CORAOPS
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